Farándula.- Conjunto de artistas, gente dedicada al teatro, comediantes de vida bohemia. (Pequeñas definiciones extraídas de distintos diccionarios virtuales).
El Perú no tiene nada que envidiar a otros países donde éste termino es tan cotidiano; pues tenemos un “Chollywood”, creado por personajes realmente pintorescos que hacen mil maravillas para salir en televisión y ser mínimamente reconocidos por el “intelectual” público consumidor de programas de tv, radio, diarios, revistas, etc., que sacan el máximo provecho de ellos, ya que su vida a conciencia propia y hasta con gusto, siempre es un show.
La “farándula” es un saco sin fondo lleno de actores, cómicos, músicos, bailarinas, futbolistas, escritores, políticos y todo aquel que llame la atención escandalosamente. Se me hace inconcebible que en algunos países existan más de dos programas en un solo canal dedicados a ventilar las intimidades de la gente. Se sientan en un set ambientado como sala de casa de abuela – precisa para chismear – cinco personas, hombres y mujeres hablando durante horas sobre casos que son de verdad, irrelevantes, pero bueno es mi incauta opinión.
Mi madre, y mi hermana de 20 años son fieles seguidoras de Magaly. Confieso que he visto su programa con ellas un par de veces, pero no sé, no me llama la atención., prefiero a Beto Ortiz quien esconde lo amarillo de su espacio con notas y reportajes ligeramente interesantes, de los cuales, al menos, se puede uno informar de manera sensata y digamos, entretenida.
¿Por qué en Chiclayo no hay “farándula”?, ó ¿es que si la hay?... estuve analizando estas dos preguntas durante algunas horas, y pues, para payasos hay muchos, para tongos también, para Susy Díaz demasiadas, y puedo seguir sacando nombres de mi enciclopedia farandulezca tomo XII, pero en fin, no vienen al caso.
Repasando fugazmente a todos los ilustres personajes que he conocido a mis no tan largos 24 años, vividos siempre en Chiclayo, llego a la conclusión de que hay mucho talento, buenos artistas, músicos, pintores, escritores, y todos casi siempre son incógnitos, y por lo tanto nada escandalosos, desconocidos para todos nosotros que andamos preocupados por tulas o giselas, dejando súbitamente de lado una buena canción, una genial obra de teatro, un jueves de cine independiente, una emocionante exposición de arte o un romántico poemario.
La falta de reconocimiento a nuestros talentos hace de Chiclayo una ciudad escasamente culta en lo que a arte se refiere, y es fácil echarle la culpa al gobierno y a su siempre cuestionada educación, y el No Apoyo a los artistas. Pero, si nos ponemos a pensar antes de disparar cualquier comentario, debemos empezar por nosotros mismos a aceptar, respetar e inculcar a los chicos - que rápido crecen -, el consumo de nuestro arte como si fuese una norma de vida, nada mal nos haría.
Después de haber escrito estos párrafos, y de usted haberlos leído, quizás sigamos pensando lo mismo, o tal vez compremos un libro para calmar nuestra conciencia. Sin embargo a las nueve de la noche seguiremos sintonizando el programa de la pelirroja al que estamos obligadamente acostumbrados, mientras no se tenga un televisor propio, y así poder hacer “clic” con algo que nos interese y la vez, nos eduque.
El Perú no tiene nada que envidiar a otros países donde éste termino es tan cotidiano; pues tenemos un “Chollywood”, creado por personajes realmente pintorescos que hacen mil maravillas para salir en televisión y ser mínimamente reconocidos por el “intelectual” público consumidor de programas de tv, radio, diarios, revistas, etc., que sacan el máximo provecho de ellos, ya que su vida a conciencia propia y hasta con gusto, siempre es un show.
La “farándula” es un saco sin fondo lleno de actores, cómicos, músicos, bailarinas, futbolistas, escritores, políticos y todo aquel que llame la atención escandalosamente. Se me hace inconcebible que en algunos países existan más de dos programas en un solo canal dedicados a ventilar las intimidades de la gente. Se sientan en un set ambientado como sala de casa de abuela – precisa para chismear – cinco personas, hombres y mujeres hablando durante horas sobre casos que son de verdad, irrelevantes, pero bueno es mi incauta opinión.
Mi madre, y mi hermana de 20 años son fieles seguidoras de Magaly. Confieso que he visto su programa con ellas un par de veces, pero no sé, no me llama la atención., prefiero a Beto Ortiz quien esconde lo amarillo de su espacio con notas y reportajes ligeramente interesantes, de los cuales, al menos, se puede uno informar de manera sensata y digamos, entretenida.
¿Por qué en Chiclayo no hay “farándula”?, ó ¿es que si la hay?... estuve analizando estas dos preguntas durante algunas horas, y pues, para payasos hay muchos, para tongos también, para Susy Díaz demasiadas, y puedo seguir sacando nombres de mi enciclopedia farandulezca tomo XII, pero en fin, no vienen al caso.
Repasando fugazmente a todos los ilustres personajes que he conocido a mis no tan largos 24 años, vividos siempre en Chiclayo, llego a la conclusión de que hay mucho talento, buenos artistas, músicos, pintores, escritores, y todos casi siempre son incógnitos, y por lo tanto nada escandalosos, desconocidos para todos nosotros que andamos preocupados por tulas o giselas, dejando súbitamente de lado una buena canción, una genial obra de teatro, un jueves de cine independiente, una emocionante exposición de arte o un romántico poemario.
La falta de reconocimiento a nuestros talentos hace de Chiclayo una ciudad escasamente culta en lo que a arte se refiere, y es fácil echarle la culpa al gobierno y a su siempre cuestionada educación, y el No Apoyo a los artistas. Pero, si nos ponemos a pensar antes de disparar cualquier comentario, debemos empezar por nosotros mismos a aceptar, respetar e inculcar a los chicos - que rápido crecen -, el consumo de nuestro arte como si fuese una norma de vida, nada mal nos haría.
Después de haber escrito estos párrafos, y de usted haberlos leído, quizás sigamos pensando lo mismo, o tal vez compremos un libro para calmar nuestra conciencia. Sin embargo a las nueve de la noche seguiremos sintonizando el programa de la pelirroja al que estamos obligadamente acostumbrados, mientras no se tenga un televisor propio, y así poder hacer “clic” con algo que nos interese y la vez, nos eduque.